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El Jueves Santo


El Jueves por excelencia, aquí en Benacazón, pueblo sencillo pero conocedor y amante de sus tradiciones, el día comienza como siempre en la Capilla de la Calle Real. Rebosante de un público expectante, los pedidores rompen, como cada año, la voz. Ya no hay vuelta atrás, todo debe seguir su curso. El interior de la Capilla no está vacío ni un instante, siempre lleno de ojos emocionados que miran con devoción y recuerdos al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz, cuya figura impone seriedad y respeto desde un monte de lirios morados o claveles sangre colocado en lo más alto de un impresionante paso de madera de caoba tallada, obra maestra de la artesanía cofrade sevillana; acompañado siempre por la pálida luz de cuatro cirios verdes que lloran de dolor lágrimas rojas de sangre.

Detrás de Él, su madre, Reina y Señora de nuestras almas, consuelo incesante de nuestros pesares. La Santísima Virgen de los Dolores, sin contener ni un momento el dolor que siente en lo más profundo de su ser, aparece hermosa y radiante, coronada de plata y oro por sus hijos, vestida de negro y rodeada por el maravilloso conjunto de bordados que creara para Ella el más grande de todos los tiempos: Juan Manuel Rodríguez Ojeda.

Como cada año, a las doce de la mañana, todas las hermandades de nuestra localidad y algunas de pueblos cercanos, acuden hasta la Capilla de la Vera+Cruz para rezar el "Ángelus" portando ramos de flores que serán colocados ante los pasos en señal de respeto y confraternidad.

Pero es a las ocho en punto de la tarde cuando llega el momento cumbre en la vida de todo veracrucero que se pasa el año soñando con esa bendita hora. Las puertas de la Capilla se abren de par en par llevando el silencio al exterior donde cientos de personas esperan ilusionadas y expectantes a que se repita de nuevo el "mágico momento". Lentamente, una larga fila de nazarenos con túnica y capa de merino color crema y antifaz de terciopelo verde, avanzan Calle Real arriba. De repente, tres golpes secos de llamador rompen el silencio y aceleran el corazón de todo un pueblo. La voz firme e imponente del capataz ordena a sus hombres que caminen siempre de frente. Los últimos rayos de sol iluminan el rostro de Cristo clavado en la Vera+Cruz de nuestros pecados. "¡Vale, pararse ahí!" -grita con voz potente el capataz- "¡Vámonos los dos costeros a tierra mu despacito!". La cruz roza suavemente la parte superior de la puerta y, entre el rachear de las zapatillas de los costaleros y el respirar entrecortado del público, el Señor de Benacazón sale de nuevo, mientras el silencio se torna en un fuerte aplauso lleno de emoción y las cornetas lloran al cielo la muerte del Hijo de Dios.

Una vez más, se hace silencio y la saeta se convierte, como siempre, en oración de fervor ante el cuerpo inerte de quien nos regaló la vida eterna. A continuación un numeroso grupo de penitentes portan sobre sus hombros la cruz de Nuestro Señor para decirle a Él que no está solo y que quieren acompañarle en su sufrimiento dentro del misterio del antifaz. Nuevamente son tres los golpes del llamador, pero esta vez es Ella la que saludará y bendecirá a su pueblo.

"¡Poco a poco, no correr!" -grita con decisión el capataz. La Reina bajo palio ya está otra vez en su Calle Real y Benacazón, que la quiere y proclama como madre, rompe de nuevo en aplausos y lágrimas de devoción, gritando en silencio: "Llena eres de Gracia, María, Bendita tú entre todas las mujeres. Ayúdanos a soportar las llagas de la vida e intercede ante Dios por nuestros pecados."

La Estación de Penitencia de la Hermandad decana de Benacazón recorre las calles de Benacazón hasta la Madrugá.

Por todo el pueblo la imagen tallada de Dios hecho hombre avanza lentamente sin dejar ni un momento de morir por nosotros, seguido del llanto inconsolado de su madre, mujer bendita traspasada de dolor y de la que tenemos la inmensa suerte de conocer su representación más bella nunca antes creada por la mano del hombre.

Cuando la Recogida haya terminado, los nazarenos se descubrirán en el interior de la Capilla para culminar rezando a las Imágenes por el alma y el descanso de todos los veracruceros y veracruceras que viven ya en el eterno Vía-Crucis del Cielo y por todos nosotros, para que el año siguiente podamos presenciar, de nuevo, el mejor Jueves Santo de la Historia.